Conocido
con el atractivo mote de “Rey del Churro” en México, Juan Orol se ha convertido
en uno de los más interesantes directores de culto del cine mexicano. Y cómo
no, basta escuchar el título de una de sus más famosas películas para darnos
cuenta del por qué: Gangsters contra Charros.
La
historia de este cineasta recuerda un poco a la de Ed Wood, en Estados Unidos,
quien a menudo ha sido catalogado como “el peor director de la historia”, y a
quien Tim Burton dedicó una biopic en
1994 con Johnny Depp. Sin embargo, existe una diferencia entre ambos personajes:
Juan Orol sí tuvo éxito en vida; fue de hecho uno de los más taquilleros en su
época. Todo un logro, considerando que navegó a contracorriente, pues en plena
Época de Oro, donde todo era cine de charros, él se atrevió a contar otro tipo
de historias. Aquellas que ocurrían bajo la luz neón de los cabarets y en los oscuros
callejones de la ciudad de México. Historias de pasiones desenfrenadas al ritmo
de la rumba y el estruendo de las ametralladoras Thompson. En sus películas, la
pantalla grande no era acaparada por el rostro de Pedro Infante o Jorge
Negrete, pero sí por los generosos pechos de María Antonieta Pons en salvaje bamboleo.
Actor,
guionista, productor y director, Juan Orol realizó alrededor de 60 películas
entre 1934 y 1981. Su principal aporte, podría decirse, fue la tropicalización
del gangster; es decir, importar el arquetipo del mafioso de la era de la
prohibición en EU al contexto mexicano. No cabe duda que Orol, de origen gallego,
tenía una visión romántica sobre este personaje. Es considerado también uno de
los precursores del cine de rumberas. En resumen, sus películas eran sobre balaceras
y mujeres semidesnudas moviendo sus voluptuosos cuerpos al son de los timbales.
¿Cómo no iban a ser taquilleras?
Tal
vez lo inverosímil de sus argumentos, sus libretos acartonados y la infinidad
de errores y absurdos que existen en sus películas, son la causa de que también
sea llamado el Surrealista Involuntario. De lo que no cabe duda es que sus
filmes tienen un sello único y vale la pena echarles un ojo. Por ahí andan
algunos completos en YouTube.
Pues
bien, tal como Tim Burton consideró que la vida de Ed Wood era material para
una película, en México alguien pensó lo mismo de Juan Orol. Se trata del
director Sebastián del Arno, quien eligió a este cineasta como inspiración para
realizar su opera prima en 2012: “El fantástico mundo de Juan Orol”.
“Me pareció muy interesante que a pesar de ser considerado como el peor director de la historia del cine mexicano -que eso ya le da un morbo especial- es un personaje absolutamente icónico y fundamental para entender la evolución de la industria cinematográfica en la Época de Oro y para entender al cine mexicano”, dijo del Arno en una entrevista para Animal Político hace tres años.
Ahí
reveló que la realización de esta película tomó cerca de 12 años; seis de los
cuales el director invirtió en documentarse, pues no existen muchos datos sobre
la vida de Juan Orol.
La
principal fuente de información, según dijo, es una serie de entrevistas hechas
al propio Orol, las cuales le realizaron a una edad muy avanzada, y entre que
algunas cosas se le olvidaban y se inventaba otras, es poco lo que se puede
afirmar al cien por ciento, por lo que su vida prevalece tras un halo de
misterio.
Los
otros seis años se fueron en consolidar la producción, pues cuenta el director
que el proyecto se vino abajo en cuatro ocasiones, pero finalmente lograron
sacarlo a flote.
Y por
supuesto, el último gran reto para la película fue la distribución. En algunas
latitudes de México (cómo aquí en Nuevo Laredo, por ejemplo) muchas cintas
nacionales (cómo ésta) no llegan a las salas de cines locales. Sucede que
cuando en una película mexicana no aparece Eugenio Derbez, resulta muy difícil que
se exhiba más allá del DF y otras grandes ciudades.
Pues
bien, les tengo una buena noticia para todos aquellos que tienen cuenta de
Netflix: “El fantástico mundo de Juan Orol” ha sido subida recientemente al
sitio.
Por
mucho tiempo estuve buscando esta película en internet, sin éxito, hasta que
finalmente desistí y me resigné a que nunca la vería, como muchas otras. Agradable
fue la sorpresa cuando entre las novedades de la famosa plataforma digital
–versión México- la encontré. ¡Bien por Netflix!
Sobre
la película hay que decir que vale la pena verla. Se trata de una comedia bien
realizada, con una atmósfera surrealista, ad hoc al personaje central; con un
guion sólido, bien estructurado, que se desarrolla ágilmente sin espacios
huecos o aburridos. Cuenta la historia del cineasta desde su infancia hasta su
vejez, sin perder nunca de vista el enfoque principal, que es su carrera
cinematográfica y la evolución de ésta.
Roberto
Sosa, en el papel de Orol, está genial. Si bien no se parece nada al verdadero
Orol y su acento llega a fastidiar un poco y a ratos resulta sobreactuado, en
lo general supo equilibrar su personaje y hacerlo carismático. Aparecen también
Julio Bracho, Jesús Ochoa, Gabriela de la Garza y Marisa Saavedra.
Cabe
mencionar que esta primera película de Del Arno está mucho mejor lograda que la
segunda: “Cantinflas” (2014), cuyo principal defecto fue precisamente el guion,
que en mi opinión no logró decidirse entre contar la historia de su vida o la
de la película “La vuelta al mundo en 80 días”, y además repasa apresuradamente
varios momentos de la vida del comediante sin desarrollarlos por completo. O
dicho de otra forma: quiso abarcar mucho y apretó poco.
No
cabe duda que el talento de Sebastián del Arno fue reconocido tras su opera
prima y dio pie a que le ofrecieran el ambicioso proyecto de retratar al mimo
de México. Quién sabe qué sucedió; tal vez muchos metieron su cuchara y el
producto final no fue el mejor. Lástima.
Pero
bueno, les recomiendo que vean “El fantástico mundo de Juan Orol”; una buena
opción para una noche de fin de semana, acompañada de su bebida favorita y
sendas rebanadas de pizza. Además de ser bastante divertida y ahondar sobre un
interesante personaje, representa una oferta diferente de cine mexicano, que
últimamente no sale de comedias románticas hechas a imagen y semejanza de la
peor basura gringa… ¡Qué coño!
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